miércoles, 10 de noviembre de 2010

Nostalgia.

Se sentó en el banco de siempre. Llovía, pero eso no importaba. Solo quería estar allí, olvidarse de todo y de todos.
La lluvía empapaba su cabello, del que caían gota tras gota, siguiendo un curioso ritmo. Su ropa se le había pegado al cuerpo, debido a la humedad.


"Que llueva, que llueva, la Virgen de la cueva...". Las voces de aquellas niñas sonaron en su cabeza. Elena era una de ellas. Gritaban, corrían, saltaban, reían... Eran felices, ajenas a las preocupaciones que surgirían con el transcurrir del tiempo.
"Bendita infancia", pensó. Aquellos días en los que la sonrisa era su mejor traje, en los que juegos que ahora recordaba con nostalgia ocupaban su mente:
Si hacía algo con la mano derecha, tenía que repetirlo con la izquierda; todo debía ser simétrico.
Caminaba por la casa pisando cada una de las baldosas, pero no podía pisar las líneas de unión, ¿por qué? No lo sabía, mas sentía que así debía ser...
Hábitos, que tal vez ahora no tenían sentido, pero sí en aquel momento.


Notó, de pronto, que algo había cambiado. La lluvia había dejado de precipitarse sobre su cuerpo, ahora solamente una salada e imperceptible lágrima resbalaba por su mejilla, cargada de melancolía.
Miró al frente, el agua seguía cayendo.
Fue entonces cuando se volvió y le vio allí, de pie, a unos centímetros de ella, cubriéndola con un paraguas.
Sus miradas se cruzaron, fue como una gran explosión de energía, como el Big Bang.
Elena pudo percibir un atisbo de tristeza en aquellos profundos ojos color esmeralda.


- ¿Un mal día? -, preguntó él.


- Algo así -, respondió Elena.


Se limitó a sentarse junto a ella, sin dejar de protegerla del agua que caía cada vez con más violencia, y compartir aquel momento de recuerdos y nostalgia, sin decir una palabra, pero proporcionándole una inmensa paz.

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