miércoles, 23 de febrero de 2011

Camino.

Faltaban apenas tres minutos para las cinco.
Elena entró en el parque, asustada, a la par que emocionada.
Se dirigió hacia aquel desviado camino que la llevaría al punto de encuentro.
El reloj de la catedral dio las cinco. Era la hora. Se apresuró.
Su corazón, frenético, estaba a punto de salírsele del pecho.
Tomó el atajo que llegaba hasta el banco.

Tras las hojas de aquel frondoso árbol se escondía aquel extraño que creía conocer, gracias a aquellas sinceras líneas que habían quedado plasmadas en el diario que el destino había puesto en sus manos.

Apartó las últimas ramas, cerró los ojos, inspiró profundamente y dio un paso adelante. Pero cuál fue su sorpresa cuando vio aquel banco vacío: no había nadie allí.

La mirada de Elena no pasó por alto un pequeño bulto que descansaba sobre aquel asiento.
Era una caja. La abrió, curiosa, y descubrió en su interior una flor, acompañada de un trozo de papel.
Cogió este último y, al desplegarlo, observó de nuevo aquellos trazos que tanta confianza le inspiraban. Leyó:

Una vez sentada en este banco, si giras tu mirada a la derecha verás un sendero. Síguelo.

Así lo hizo, y llegó a las orillas de un río.

¡Qué curioso! - pensó.- Nunca había llegado hasta aquí.

Miró a su alrededor, esperando verle a él, pero nuevamente no estaba. Lo que sí había allí era una gran roca. Se acercó, y observó que una minuciosa caligrafía la había tallado, dejando tras ella un mensaje:

¿Ves el agua? Corre camino al mar, al igual que algún día lo hicieron tus lágrimas. Permíteme ayudarte a que esto sea solo un recuerdo del PASADO, para que en tu mirada únicamente brille el sol. Sigue por el sendero hasta el jardín y, una vez allí, dirígete al laberinto que forma el seto.

Elena, sorprendida por el ingenioso juego de aquel muchacho, decidió seguir adelante.

Al llegar a los jardines de aquella especie de palacio, buscó el laberinto del que hablaba la nota. Al llegar a su entrada observó un cartel que explicaba su historia, pero lo que realmente llamó su atención fue un pequeño pliego pegado en una esquina.
Lo arrancó cuidadosamente. Nuevamente era un mensaje "suyo":

Un laberinto: dudas, indecisión, muchos caminos y solo uno es el correcto. Así es nuestro PRESENTE, y está en nosotros la capacidad de emprender el camino adecuado, con paso firme... Solo así alcanzaremos el FUTURO.

Pasado... tristeza, lágrimas. Presente... indecisión, dudas. Futuro... ¿qué me deparará el futuro? - se preguntó Elena.

Entró en el laberinto. Frondosas paredes formadas por aquel seto la rodeaban.
Opresión, agobio... Miedo. ¡No! Tenía que superarlo. Continuó hacia delante.
Dos caminos frente a ella: ¿derecha o izquierda? Inseguridad, temor... No podía volver atrás.
Era ahora o nunca.

Decidió optar por la izquierda, y así hasta el final. Conocía la solución.

Entonces, vio que aquel pasillo se abría al exterior.
Una silueta al fondo... ¿Él?