lunes, 21 de marzo de 2011

Silencio.

Al final de camino estaba un hombre, de tal vez unos treinta años.
Su aspecto era triste.
Sus ojos, de un intenso color miel, estaban enrojecidos, irritados, tal vez por las lágrimas que habían dejado aquel rastro por sus mejillas.
Su barbilla estaba cubierta por una barba, tal vez de unos tres o cuatro días, fruto del descuido, y su boca, lejos de mostrar una sonrisa, reflejaba la más honda tristeza y pesar.
Sus hombros se inclinaban cara al suelo, dejando entrever un sentimiento de impotencia, que encajaba a la perfección con la desesperación que sus ojos reflejaban.

- ¿Elena?- dijo.

- Sí -, respondió ella.

- Ten -, dijo mientras le tendía un sobre.

Las manos de Elena temblaban. Su instinto le decía que ese sobre no deparaba nada bueno.


      Elena, 
Supongo que si estás leyendo esto lo peor ha pasado, o está a punto de suceder.
Sé que te debo muchas explicaciones, y creo que lo mejor será empezar por explicarte quién soy.
¿Recuerdas aquel día en el parque, cuando un chico te llamó por tu nombre, sin conocerlo, y al día siguiente te había dejado una nota diciendo que fueras feliz? Ese era yo.
En realidad sí nos conocemos. 
Mi nombre es Rubén. Éramos amigos en el colegio, ¿te acuerdas?
Después yo me mudé a otra ciudad, y perdimos el contacto. Hace unos meses volví por motivos de salud, estaba destrozado, he de confesarlo, pero cuando te vi aquel día allí, después de tanto tiempo, mi corazón volvió a latir con la fuerza necesaria para mantenerme vivo.
Hace algún tiempo me diagnosticaron leucemia. Fue un golpe muy duro, por eso quise volver a esta ciudad que tan buenos recuerdos me traía, quería vivir mis últimos días feliz.
Pero cuando te vi allí, tan triste, deseé de tal manera poder cambiar esa realidad que volqué todos mis esfuerzos en ello, y tuve otra vez las ganas de vivir que poco a poco se marchitaban a medida que la enfermedad avanzaba. 
Mientras me hacían una transfusión, hace unas semanas, pensaba en ti, me dabas la fuerza para seguir, y entonces una melodía comenzó a surgir en mi cabeza, esa que encontraste en medio de las hojas de mi diario. Me encantaría poder interpretarla para ti, aunque fuera una última vez, pero supongo que ya es demasiado tarde...




Elena dejó de leer y miró a aquel extraño, que ahora parecía un simple borrón debido a las lágrimas que inundaban sus ojos:

- ¿Él? ¿Él se ha...? - titubeó, incapaz de terminar aquella pregunta que tanto dolor le causaba.

El hombre negó con la cabeza.

- No, pero está cada vez peor; los médicos dicen que...

- ¿Dónde está? ¡Quiero verle!

Tras decirle el nombre del hospital donde se encontraba, Elena corrió hacia allí.
Preguntó a las enfermeras y llegó hasta la habitación donde él estaba.
Tocó el pomo de la puerta temblorosa y asustada pero, finalmente, se decidió a entrar.

Allí estaba él, que le había ayudado tanto en el pasado, su ángel de la guarda. Él, que en el presente la había animado a buscar la felicidad y le había hecho recuperar la esperanza. Él, que ahora que lo había encontrado se escapaba de su vida.

- ¿Elena? Eres tú...

- ¡Rubén! - dijo entre lágrimas. - Por favor, sé fuerte, no... no me dejes ahora.

Su débil mano sujetó la suya con una dulzura que estremeció cada célula de su piel.
Aquellos ojos verde esmeralda perdían segundo a segundo su brillo característico, poco a poco, y cada vez el final parecía más inevitable.

- Elena... Yo, quisiera que oyeras la canción que te escribí... Sería mucho mejor tener un piano, pero es imposible, así que permíteme, al menos, tratar de reproducir la melodía con mi voz...

- No gastes tus fuerzas en ello, ahora lo importante es que te recuperes. Tendremos miles de oportunidades para oírla.

- Por favor, deseo hacerlo ahora. Ven, siéntate a mi lado.

La canción era hermosa, y Elena, emocionada, dejó resbalar por su mejilla dos delicadas gotas de agua procedientes de sus ojos, cansados de llorar.
Él recogió una de esas lágrimas, la acercó a sus labios y la besó, a la vez que pronunciaba la última nota de la melodía.
Entonces, sus ojos se cerraron. Todo quedó en silencio.