viernes, 19 de noviembre de 2010

Océano adentro.

Arrancó una hoja de la primera libreta que estaba en el interior de su mochila. Cogió una pluma, se sentó sobre el suelo y escribió:

¿Has sentido alguna vez que no eres nadie? 
He oído esa frase mil y una veces: no somos nadie. Odio esa expresión, pero lo que más me molesta es llegar a sentir que es cierta...

A veces me pongo a pensar en qué soy y qué quiero ser... pero no tengo una respuesta clara.

Por una vez me gustaría ser la protagonista de mi propia historia, y no solo un personaje secundario... Pero siento que nunca voy a encontrar esa aventura que vivir, ese sueño que cumplir...

Me gustaría tener el valor de enfrentarme a aquello de lo que ahora huyo, de dejar a un lado todo y empezar de nuevo. Sin embargo, parece que el pasado tiene un gran peso que me frena. A pesar de que trato de continuar mi camino, mi energía se consume hasta la última gota, como la vela a la que se le acaba la mecha, y cuando me doy cuenta, no he avanzado más que unos escasos centímetros...

Pensarás que estoy loca, que no tengo nada mejor que hacer que plasmar mis pensamientos en un papel arrugado; tal vez sea verdad. No quiero escribir un  diario como las demás, me veo incapaz... Porque seguramente no pondría lo que realmente siento, sino lo que me gustaría sentir. Una falsa realidad que me gustaría creer, pero soy consciente de que es simplemente una utopía.

Solo soy una más, que no destaca, que cree que eso es lo mejor... Pero en ocasiones sospecho que sería increíble dejar de ser invisible, dejar de ser una don  nadie. Limitarme a ser yo misma, a confiar y disfrutar de cada momento minuciosamente. De todas formas, llevar a la práctica la teoría no es tan sencillo como puede parecer.

¿Pesimista? A lo mejor, mas normalmente no soy así. Por lo general me conformo con lo que la vida me da, pero he llegado a un punto en el que quiero tomar mis propias decisiones, construir mi propio destino, sin miedos... Algo que hoy me parece imposible.

Hoy es un día un tanto extraño, no sabría definirlo... ¿Triste? No exactamente, pero es que no encuentro las palabras adecuadas, sé que me repito y muchas de las cosas que aquí expreso no aparentan tener sentido, aunque no importa, ya que nadie leerá esto.

Elena.


Elena firmó en la esquina de aquel pliego, a sabiendas de que nadie sería su receptor, y lo dobló.

Se levantó y caminó hacia la orilla.
Se adentró en el mar hasta que le llegó a sus rodillas, y el agua ascendió por sus gastados pantalones vaqueros. Se agachó y dejó que la marea se llevará sus sentimientos y reflexiones océano adentro.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Nostalgia.

Se sentó en el banco de siempre. Llovía, pero eso no importaba. Solo quería estar allí, olvidarse de todo y de todos.
La lluvía empapaba su cabello, del que caían gota tras gota, siguiendo un curioso ritmo. Su ropa se le había pegado al cuerpo, debido a la humedad.


"Que llueva, que llueva, la Virgen de la cueva...". Las voces de aquellas niñas sonaron en su cabeza. Elena era una de ellas. Gritaban, corrían, saltaban, reían... Eran felices, ajenas a las preocupaciones que surgirían con el transcurrir del tiempo.
"Bendita infancia", pensó. Aquellos días en los que la sonrisa era su mejor traje, en los que juegos que ahora recordaba con nostalgia ocupaban su mente:
Si hacía algo con la mano derecha, tenía que repetirlo con la izquierda; todo debía ser simétrico.
Caminaba por la casa pisando cada una de las baldosas, pero no podía pisar las líneas de unión, ¿por qué? No lo sabía, mas sentía que así debía ser...
Hábitos, que tal vez ahora no tenían sentido, pero sí en aquel momento.


Notó, de pronto, que algo había cambiado. La lluvia había dejado de precipitarse sobre su cuerpo, ahora solamente una salada e imperceptible lágrima resbalaba por su mejilla, cargada de melancolía.
Miró al frente, el agua seguía cayendo.
Fue entonces cuando se volvió y le vio allí, de pie, a unos centímetros de ella, cubriéndola con un paraguas.
Sus miradas se cruzaron, fue como una gran explosión de energía, como el Big Bang.
Elena pudo percibir un atisbo de tristeza en aquellos profundos ojos color esmeralda.


- ¿Un mal día? -, preguntó él.


- Algo así -, respondió Elena.


Se limitó a sentarse junto a ella, sin dejar de protegerla del agua que caía cada vez con más violencia, y compartir aquel momento de recuerdos y nostalgia, sin decir una palabra, pero proporcionándole una inmensa paz.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Mensaje.

"Busca la felicidad, quizás está más cerca de lo que crees"

Aquel era el mensaje que un perfecto desconocido había destinado a aquella chica que creía que todo estaba perdido, que su vida estaba destinada a ser una más de las miles de millones que habían pasado por el planeta y que, antes o después, habían desaparecido tras el olvido. Lamentable perspectiva.


Pero este era un mensaje optimista, que le daba la vuelta a las cosas, ya que no había un solo camino: nuevas espectativas aparecían tras aquel pesado telón de preocupaciones; con algo de esfuerzo podría apartarlo y cruzar aquella línea que la separaba de la felicidad a la que él se refería.


Tal vez lo lograría, e intentarlo no sería tiempo perdido.


Fue entonces cuando dejó atrás aquellos tristes pensamientos que recorrían su mente, las inquietudes, ya que la vida había decidido, ahora no podía hacer nada. Todo había cambiado.
Pero ella sabía que tras aquella mano de cartas, habría otra que tal vez le serviría para ganar, quizás por primera vez, aquella partida. 


¿Por qué no? Algún día encontraría la pluma que le permitiese reescribir su destino...